miércoles, 3 de mayo de 2017

¿ERES UN BUEN ARRENDADOR? (3)




Hoy vamos a concluir con enumerar los rasgos del Buen Arrendador.

Dado que la Previsión es una virtud no muy característica en la idiosincracia de nuestro pueblo, creo mejor colocar los puntos sobre las íes. Lo digo porque sé muy bien que hay quienes se incomodan cuando se les menciona los deberes que tienen para la conservación de su propio patrimonio, y esperan la caricia de la victimización luego del huaico que se les vino encima...por culpa de su propia Negligencia.  Es menester reducir los casos de alquileres malos. Y contribuir a tan sano objetivo es el cometido de estos post.

En consonancia con lo mencionado en la parte 1la parte 2 concernientes a este tema, digamos entonces:


1. El Buen Arrendador selecciona un inquilino de solvencia económica y moral.  Examina los documentos que acreditan liquidez, pero no se deja llevar solo por consideraciones pecuniarias, dado que es consciente de que la Fortuna no siempre va de la mano con la Ética ni con la Honorabilidad. Por tanto y con ayuda de su corredor, verifica las referencias personales de quien va a ocupar su propiedad. Tratándose de un edificio o condominio multifamiliar, jamás elige a quien no practica el mismo estilo de vida que conviene a un predio residencial, y toma las medidas del caso para que los otros ocupantes no tengan la menor queja del nuevo vecino. El Buen Arrendador sabe también que la nacionalidad no exime del mal comportamiento, por ello no se emociona si le presentan a un extranjero. Si el interesado es una empresa transnacional que busca departamento para sus ejecutivos, el Buen Arrendador muestra el Reglamento Interno del edificio y pacta el estricto cumplimiento de todas las normas ahí estipuladas, so pena de resolver de inmediato el contrato de alquiler.

Bueno será, amables lectores, hacer énfasis en este aspecto.

Muchas recomendaciones se dan para corroborar la idoneidad del futuro arrendatario en el aspecto económico: Boletas de pago, facturas o recibos por honorarios, reporte Equifax, certificado de trabajo, aval... Todo esto me parece fabuloso y cualquier precaución es poca. Pero en nuestros convulsionados tiempos, en que la Moral y las Buenas Costumbres han pasado a la categoría de trastos inútiles, tenemos que todo está permitido con tal de que el inquilino pague. Esta perniciosa práctica está cobrando altísimos intereses y los Serenazgos de los diferentes distritos dan fe de ello, cuando se les llama por causa del fulano o la fulana que insisten en celebrar francachelas hasta altas horas de la madrugada, e incluso hacen ingresar al predio a personas de dudosa reputación. Entiéndase que no se trata solamente de conseguir un rajá forrado en dinero, sino a quien realmente se respete a sí mismo y a sus vecinos, guardándose mucho de desprestigiar al dueño y causarle problemas con la Junta de Propietarios y con la Municipalidad. Verdad que no se puede conocer a las personas de la noche a la mañana, pero hay indicios que es preciso aprender a leer: El código de vestimenta que se utiliza al momento de visitar el inmueble, los modales y el vocabulario empleado tanto por el interesado como por sus familiares, la higiene personal... No se trata de discriminar en el sentido peyorativo de la palabra, sino de elegir a quien da muestras de ser el mejor prospecto, sin dejarse llevar por el mito de que el inquilino extranjero forzosamente es mejor que el peruano.

¿Alguna experiencia personal y/o profesional sobre este particular? ¡Uff! ¡Tengo docenas! La que siempre refiero es la tan desagradable que viví en Montagne por causa de la joven e irresponsable venezolana del tercer piso, por cuya culpa me vi obligada a llamar al Serenazgo de Miraflores y la propietaria fue multada por el valor de una UIT, que en ese entonces era el equivalente a $ 1,410, si no recuerdo mal. Pero tal vivencia no fue la peor, sino  otra que tuve en San Borja en el año 2,002: La inquilina brasileña del departamento vecino -que al principio aparentaba ser una persona decente- decidió convertirse en prostituta de salón, literalmente hablando. Así teníamos a empresarios respetabilísimos frecuentando incluso en pleno día a la doña, quien además no tenía reparo de poner su seductora música a todo volumen y a altas horas de la noche. ¡Y residíamos en unos inmuebles acondicionados dentro de una casa familiar!!! Curiosamente, los propietarios -que se jactaban de ser muy cristianos- optaron por hacerse de la vista gorda ante estas y otras irregularidades, por lo que me fui de ese lugar más rápido que volando y haciéndoles saber mi gran decepción y escándalo.  Pero quede claro que no hay nada peor que desgraciar el propio Hogar: Los otros inquilinos -en especial una empresa que arrendaba parte del primer nivel y por la que se había efectuado la remodelación de esta área- sorpresivamente resolvieron sus contratos y abandonaron el predio. ¿Se enteraron de lo que estaba ocurriendo en el tercer piso y no quisieron desprestigiarse? No lo sé, pero dadas las circunstancias es muy probable que así haya sido. Y como yo tenía que pasar por ahí todos los días para ir a mi trabajo en la otrora aseguradora Altas Cumbres, pude apreciar que estuvieron más de un año sin arrendar ese ambiente que tanto gasto les había generado, fuera de que mi antigua habitación fue después ocupada por ¡una laica consagrada!!! ¡Por lo visto, los dueños aprendieron la lección y optaron por seleccionar personas que garantizaran por partida doble una moral intachable! Pero hay quienes no tienen tanta suerte y pagan cara la factura de haber aceptado por unos cuantos soles lo que nunca se debe aceptar, menos en el Hogar familiar.


2. El Buen Arrendador visita su propiedad siquiera dos veces al año.  Lo hace de manera cordial y sin actitudes inquisitoriales, y hace sentir a sus arrendatarios que es más el bienestar de estos lo que mueve su afán.  El Buen Arrendador toma nota de aquello que le toca reparar, al tiempo que con una mirada certera advierte si se está dando a su inmueble un uso normal y cuidadoso. Asimismo, aprovecha la ocasión para pedir informes en portería o a algún vecino al que pueda visitar.  Y, por supuesto, no deja en manos de su inquilino las responsabilidades que a él le tocan como miembro de la Junta de Propietarios.

Esa cómica imagen del Sr. Barriga (1) llegando al condominio solo para cobrar ha quedado atrás debido al auge del sistema financiero, pero en esencia la actitud del arrendador de hoy sigue siendo la misma. Visitar la propiedad para brindar apoyo a los arrendatarios es una sanísima práctica que no se estila en nuestro medio, a pesar de tener inmensas ventajas. Puede marcar el inicio de una magnífica relación entre las partes, al tiempo de garantizar la permanencia de un excelente inquilino al que conviene de conservar el mayor tiempo posible.  El Buen Arrendador sabe sacar partido de esta coyuntura sin desmedro de las obligaciones que tocan a este: Es amigable, pero no brinda su amistad de buenas a primeras, manejando las prudentes distancias, en especial cuando son más que necesarias.

He de confesar que en toda mi vida profesional no he sabido de un solo caso en que el arrendador se presente eventualmente ante su arrendatario, por lo que se deduce que la cláusula de la visita con previo aviso es letra muerta, con mayor razón ahora que las comunicaciones se dan por internet o wasap (2).  Pero si me remito a mis tiempos idos, la cuestión varía. Se me viene a la memoria la propietaria de no sé qué departamento cercano a donde vivíamos, quien solía ir donde su inquilina y esta aprovechaba la ocasión para invitarle una deliciosa tacita de café con un buen pedazo de bizcocho recién horneado. Si bien era yo muy pequeña en ese entonces, me acuerdo que algo de esto nos comentaba mi madre, fuera de que los dueños de nuestro departamento-piso vivían abajo y siempre guardaron con mis padres una comunicación estupenda. Con costumbres así no es de extrañar que antaño los arrendatarios fueran fijos, ya que residían años y años en el mismo domicilio y solo lo abandonaban para trasladarse a su vivienda propia. Así ocurrió con nosotros cuando nos mudamos a nuestra casa del parque Bella Luz: Los mencionados dueños nos ayudaron a trasladar enseres, conque haceos una idea de qué tan buena fue la relación. En esa época era común que la gente permaneciera décadas en predios arrendados hasta el fin de sus días inclusive, como fue el caso de mi abuela paterna y una tía materna. Convengo que las circunstancias actuales son otras; empero, no sería mala idea hacer grata la vida al Buen Inquilino para que sienta el imperativo de quedarse.  El Buen Arrendador así lo procurará en la medida de lo posible, dado que prefiere confiar su propiedad a quien realmente la aprecia y la cuida.


3. El Buen Arrendador no eleva el precio del alquiler de manera irracional.  Si precisa aumentar la merced conductiva, avisa con la debida anticipación antes del término de la vigencia del contrato y no se excede en tal incremento. El Buen Arrendador es consciente de que vale más conservar un inquilino responsable con un precio estándar, a arriesgarse a perder a este y tener que asumir mantenimiento, servicios y arbitrios todo el tiempo que se demore en encontrar otro interesado en alquilar y con el perfil deseado para el inmueble. 

Mi hermano mayor tiene un amigo nórdico que viaja constantemente a Europa. Este señor es un adulto mayor muy centrado: Posee un flat frente al mar de más de 180 m2 y lo arrienda desde hace años al precio de $ 1,500. Alguno dirá que está perdiendo dinero, pero conociendo la realidad peruana y la del exterior, ha tomado la sabia decisión de no subir la renta porque su inquilino tiene el departamento como un crisol y no quiere arriesgarse a perderlo.  Otro tanto hizo Lupe Maestre conmigo los cinco años que fue mi arrendadora en Valles del Sur, ya que nunca elevó el costo y si salí de ahí fue porque me manifestó su intención de vender el inmueble. Lástima, pues me habría gustado quedarme por los siglos de los siglos, porque el departamentito cubría todas mis necesidades.  

A todo esto me atrevo a agregar que si la economía permanece más o menos estable, no existe una verdadera razón para subir el arrendamiento.  Sé que algunos fruncirán el ceño con esta afirmación y no faltarán quienes exijan mi cabeza. Pero seamos realistas: La competencia es muy fuerte en el sector y no es prudente perder al Buen Inquilino.  Tratándose de personas jurídicas, lo más previsor me parece proyectar un valor de renta por tres años, para luego incrementarlo razonablemente de acuerdo al costo de vida. Pero nada más. Con todo, sé de quienes no aceptan renovar el contrato si no reciben al menos $50.00 más cada año.  Proceder lamentable -al menos según mi leal saber y entender- por todo lo ya expuesto.

Para concluir y en consonancia con lo dicho en los anteriores post, no me resta sino hacer notar lo siguiente: Hay que trabajar para merecer al Buen Inquilino; y una vez encontrado, tratar de no dejarlo ir.  Los arrendatarios fijos son los que más convienen para la tranquilidad de nervios y bolsillos.  Y son la mejor garantía de una sana convivencia entre los vecinos de predios y  barrios. Que cada propietario haga, pues, un examen de conciencia para ver si en verdad ha trabajado lo suficiente para merecer y encontrar al Buen Inquilino. Por su propio bien y el de los suyos y por el prestigio del sector, resulta altamente necesario dicho examen, ¿no les parece?

Agradezco sus amables respuestas en este blog o en Facebook.



Notas aclaratorias
(1) Ese modelo de arrendamiento de antaño fue ampliamente descrito en el post ♪¡Qué bonita vecindaaaaaaaad!!!♫♫♫
(2) Acriollado, el término más parece quechua que inglés.



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