viernes, 23 de marzo de 2018

CRÉDITO HIPOTECARIO COMPARTIDO: RIESGOS NO CONSIDERADOS




Cortesía: Interbank


Hoy voy a tocar un tema que va a hacer rabiar a muchos, en especial a los sectoristas bancarios y a las parejas de hecho. Sujétense, que lo que viene es fuerte.

La foto que precede este artículo -tomada de la web de Interbank - es evocadora. Se ve a un joven matrimonio feliz,  mudándose a su casa o departamento propio.   Alguien dirá por ahí que los tiempos han cambiado, que esos dos no tienen que ser esposos, que de repente son amigos con derechos y nada más. Y dada la evolución de los conceptos, también se puede dar la figura de dos parientes y hasta personas que no tienen ningún tipo de parentesco legal, pero que igual van a convertirse en copropietarios. Como es de esperarse las entidades financieras ven este fenómeno como oportunidad y surgen programas que se acomodan a estas realidades. Solo que si estos se promueven sin prudencia, pueden llevar a la hecatombe financiera y moral.

Veamos. Antaño era el Jefe o la Jefa de Familia la que asumía la responsabilidad ante el Banco. Posteriormente el esquema cambió y fue necesario acreditar los llamados "ingresos netos conyugales", porque se entendía que quienes tramitaban un préstamo de a dos para adquirir una vivienda eran siempre esposos. En el otro grupo estaban las personas solas,  es decir solteros, viudos o divorciados solventes. Hoy tenemos cientos de parejas (1) -estables o no-, amigos y parientes que igual quieren acceder a un préstamo para vivienda, bajo el denominado Crédito Hipotecario Compartido (2). Y aquí viene el gran problema, pues embarcarse en conjunto para la aventura de un crédito hipotecario es una cuestión de confianza, con mayor razón porque suele endeudarnos buena parte de nuestra vida.  Por tanto, la primera pregunta que habría que hacerse es qué tan de fiar es el compañero de viaje.  Y la segunda sería qué tanto acredita que podrá cumplir a cabalidad con los compromisos adquiridos ante el Banco, durante todo el tiempo que dure el pago de la hipoteca.

Empecemos por el primer considerando: El Matrimonio -otrora "hasta que la muerte nos separe"- ha devenido en carrera corta. Si la crisis familiar campea, ¿cabe esperar algo mejor de una unión de hecho? No digo que no existan las estables, pero cada día son menos.  Yo no sé qué tanta confianza puede inspirar una pareja con la cual no se tiene la intención de compartir un proyecto de vida, sino una simple relación que acabará más temprano que tarde y no pocas veces con violencia, como a diario nos reportan los noticieros.  Y el asunto estriba en que la pareja se va, pero la hipoteca queda ¡y la copropiedad también!!! Por tanto, es factible incluso esta monstruosidad: Que el infractor -o la infractora, que las mujeres no siempre son víctimas sino también victimarias- reclame su derecho de condómino para llevar a la nueva pareja a residir en la misma vivienda. ¡Se me erizan los cabellos de imaginar el infierno en lo que desde un principio fue un remedo de hogar! ¿Conozco algún caso de estos? Pues... sí, por desgracia: Ambos no eran precisamente unos muchachos y decidieron vivir juntos y comprar un departamento, con crédito hipotecario. Pasaron los años y la relación fue de mal en peor, hasta el punto que ella ha tenido que abandonar lo que es su casa para irse a vivir de alquiler.  Lo grave era que el crédito había salido ¡a nombre de ella!, pues en esos tiempos no se concedía en conjunto a quienes no eran esposos, y él no calificaba. Y ahí la tenemos, pagando su arrendamiento y su cuota mensual al Banco para que su departamento -de 150 m2- lo disfrute otra. No puede dejar de abonar, porque entraría en deuda con el sistema financiero, con el correspondiente peligro de embargo de sus cuentas bancarias y del mismo inmueble, que tarde o temprano piensa recuperar. ¿Dónde tenía la cabeza esta mujer cuándo aceptó tramitar un crédito en tales condiciones si, como refería, las cosas fueron mal desde el principio?  ¿Es posible que las pasiones obnubilen hasta tal punto el Sentido Común?

¡Ah, los modernismos de hoy!

¿Y acaso entre esposos no se da una figura análoga? Por supuesto que sí. Y en este campo, la irresponsabilidad de algunos es verdaderamente espantosa.  Por tanto, si uno es consciente de que su matrimonio va mal, no es recomendable para nada comprar un nuevo inmueble, menos como pretexto para salvar la tan deteriorada relación. ¿Hay quienes cometen tal desatino? ¡Me consta, me consta!  Una ex-alumna, que se portó pésimo conmigo y me hizo quedar peor ante dos colegas, se había empeñado en adquirir sí o sí un departamento. Cuando me apersoné a dialogar con ella y su marido, pude darme cuenta de que no lo respetaba (3), que saltaba olímpicamente sobre los deseos de este y solo daba oídos a la opinión de su madre, para quien seguía siendo una niñita, así contara ya treinta y tres años de edad. Y dicha niñita había decidido comprar un departamento y tener un hijo (????????). Mirando su perfil en Facebook, noté de que en las fotos de su matrimonio religioso estaban todos ¡menos el esposo, quien no aparecía en ninguna parte!!!    Empero, recordando que había sido su profesora en la secundaria    e ignorando la buena pieza que era su malhadada progenitora, me esforcé en servirla lo mejor que pude y ambas me hicieron la faena en conjunto, que me significó un pérdida de $ 2,500. Esta puñalada me causó una terrible depresión, por la que me sometí al tratamiento médico que tanto daño me hizo y que motivó que terminara en el departamento de mi hermano Andrés en El Derby y con aparentes síntomas de Parkinson avanzado. Conque haceos una idea. ¿Cómo culminó el asunto con la susodicha? No lo sé ni me interesa averiguarlo. Pero que esos dos van a separarse o ya están separados, denlo por descontado. ¿Qué ocurrirá con el hipoteca? ¡No se oye, padre!

Ahora, enfocándonos en la segunda interrogante arriba planteada: La persona con la que se planea solicitar el Crédito Hipotecario Compartido puede ser un santo en la tierra, pero la idoneidad moral no significa solvencia a largo plazo. Y si se trata de hermanos y/o amigos, habría que ser muy sinceros para que uno ponga a consideración ante el otro qué planes personales tiene para el futuro. Tomemos en cuenta que quien hoy está soltero, mañana puede estar casado y con hijos y, por tanto, las responsabilidades crediticias adquiridas van a ser más dífíciles de cumplir, con el agravante de que a posteriori también puede invocar su derecho de condómino para llevar ahí a toda su sacra familia, en especial si ya no le alcanzan los ingresos para pagar un alquiler o bien se quedó sin trabajo. ¿Conozco casos así? Todavía no, mas ya los veo venir ¡y en masa!!! Los serenazgos y la policía no se van a dar abasto con tanta violencia familiar. amén de que el sistema financiero va a ser sacudido. Mas lamentablemente las mismas autoridades pecan de inmediatistas e incluso se habló de subsidios para los jóvenes roommates, si bien enfocado hacia alquileres. Aquí entre nos, no sé qué tanta responsabilidad puede sentir alguien hacia quien hoy es su pareja y mañana si te vi, no me acuerdo. ¡Esto va a ser un pandemonium!  Y no quiero ni pensar lo que ocurrirá cuando la morosidad hipotecaria se incremente en proporción a las rupturas sentimentales.

Seamos realistas: Institucionalizar la informalidad afectiva -permítaseme la expresión- con programas que la favorezcan, resuelve de momento un problema -en este caso el de vivienda-, pero crea otros, a cual peor. Vestir a un santo desvistiendo al del costado nunca ha sido acción recomendable, amén de que si el primero tiene la estatua deteriorada, arruinará el lindísimo vestido. Valga la analogía.  Sale a relucir una vez más una gran verdad: Herir de muerte a la Familia de manera sistemática trae consigo la ruina moral y financiera de un país. Y me temo que esta vez será la Banca quien lo comprobará dolorosamente y en poco tiempo.

¿Soy demasiado apocalíptica?

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Notas aclaratorias:
(1) La ambigüedad de la palabrita trae múltiples problemas, especialmente porque se ha convertido en sinónimo de "pareja de turno".
(2) Para saber cómo operará hacer click aquí
(3) Todavía recuerdo cuando se negaba a contestar el celular porque era el esposo quien llamaba. ¡Qué horror!



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